En nuestra propuesta pedagógica integramos diversas prácticas de improvisación porque creemos que aportan profundamente al desarrollo creativo y humano.
La improvisación nos permite habitar el instante, jugar, relacionarnos con la incertidumbre y descubrir rutas de exploración propias. Nos abre a la escucha de nuestra sensibilidad y al reconocimiento de nuestra particularidad, guiándonos también hacia el encuentro con el otro y con todo lo vivo.
La improvisación como herramienta pedagógica
Tanto en las clases como en las sesiones especiales entendemos la improvisación como una herramienta que enriquece el recurso creativo y fortalece la atención, la escucha, la empatía y el devenir de nuestra imaginación. Por ello, la exploración y el juego nos ayudan a renovar la técnica y la repetición del gesto, así como a abrirnos a soluciones inesperadas que amplían nuestro repertorio de experiencias y movimiento.
Además, la práctica promueve nuevos discursos y nos invita a habitar nuestro arte desde lugares distintos cada vez, superando patrones habituales y abriendo caminos hacia lo inesperado, alimentando así nuestro entusiasmo por lo que hacemos. Fomenta la observación activa, la atención plena, la creación inmediata y el estar presentes; cualidades que nutren no solo nuestro quehacer artístico, sino también nuestra forma de vivir el día a día.
Improvisación, creación y entorno
La improvisación habilita la capacidad de composición y nos permite abordar los ejercicios técnicos desde otro lugar: explorarlos, transformarlos y valorar la práctica incluso antes de alcanzar un resultado final. También nos invita a dialogar con el cuerpo colectivo: escuchamos a quienes nos rodean, nos dejamos influir y, al mismo tiempo, ofrecemos algo al grupo. Este intercambio nutre nuestro trabajo técnico y humano, volviéndonos más sensibles, presentes y atentos.
Nos recuerda que, al final, todo en la vida puede ser un juego: caminar por la calle, cocinar, escuchar a alguien, esquivar cuerpos en el transporte público, bailar con los audífonos puestos mientras atravesamos la ciudad. Aunque no lo llamemos arte, todo el tiempo estamos creando y componiendo algo con nuestro entorno.
Más allá de lo utilitario
Preguntarnos: “¿Qué nos permite estar aquí, ahora?” nos mantiene presentes, aun aceptando los puntos de fuga en nuestra atención. La improvisación no exige un objetivo dramático ni respuestas cerradas; abre un diálogo infinito entre el cuerpo, el espacio, los otros cuerpos, la música —o el silencio—, el tiempo, nuestra respiración, pensamientos y el instante.
Formación de artistas y seres humanos
Este enfoque cultiva artistas permeables y conscientes, capaces de escuchar, renovarse y transformar lo técnico a través de lo sensible. No tememos al error, porque comprendemos que todo es material creativo.
Promover la improvisación en los espacios artísticos y de formación escénica siembra la curiosidad, la adaptabilidad y el diálogo genuino entre cuerpos, tiempos y espacios. Nos permite formar artistas más libres y creativos a la vez de seres humanos más empáticos y sensibles.